‘Los Mercenarios 2′, crítica. Un despiporre de acción salvaje y descerebrada. Una gozada de principio a fin

Los Mercenarios 2

Tras años de decadencia, Sylvester Stallone resurgió de sus propias cenizas echando mano del baúl de los recuerdos y trayendo de vuelta a dos de los personajes más icónicos de su filmografía: Rocky Balboa, que volvía a enfundarse los guantes de boxeo para subirse a un ring por sexta y última vez; y John Rambo, que se convertía de nuevo en una máquina de matar en una aplaudida cuarta entrega.

Ambas películas funcionaron bastante bien en taquilla teniendo en cuenta sus ajustados presupuestos, y volvieron a poner a Stallone en primera línea de fuego al grito de “sigo vivo y con ganas de dar guerra”.

Pero nuestro estimado Sly sabía que no podría vivir mucho tiempo de las rentas del pasado, así que se sacó de la manga una de las ideas más celebradas de su carrera: reunir en una misma película a viejas (y no tan viejas) glorias del cine de acción de antaño en homenaje a unas estrellas y a un género que en los 80 y 90 vivieron sus años de esplendor.

Así es como nació ‘The Expendables’ (conocida en nuestras tierras como Los Mercenarios), cinta en la que Sly compartía cartel con Jason Statham (uno de los tipos que mejor ha sabido recoger el testigo de aquellos action-men), Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke o Eric Robert; éste último, cómo no, en la piel del villano de turno (y con Gary Daniels entre sus matones).

También reclutó para la ocasión a luchadores de la WWE que ya habían hecho sus pinitos en esto del cine, como Randy Couture o Steve Austin; y a Terry Crews, un gigantón exjugador de fútbol metido actor. Y como guinda del pastel nos obsequió con la breve presencia de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger.

Pero siendo justos, ‘Los Mercenarios’ hubiera pasado sin pena ni gloria (o directa al videoclub) de no ser por su elenco protagonista. Pero es que ver reunidos en una misma película a los héroes de nuestra infancia no tenía precio, y ‘Los Mercenarios’ gustó sobre todo a quién tenía que gustar, es decir, a los nostálgicos sedientos de acción macarra.

El momento que compartían Sly, Willis y Schwarzenegger resultaba antológico no por lo que ocurría en él sino por lo que significaba. No obstante, sabía a poco, por lo que quedaba claro que estos “prescindibles” aún podían dar mucho más juego en pantalla. Eso y los más de 250 millones recaudados hicieron que el filme se ganara una secuela. ¡Y vaya secuela!

En esta ocasión, lo que mueve a nuestros protagonistas no es otra cosa que la sed de venganza. El Sr. Iglesia (Bruce Willis) les encarga un trabajo en apariencia sencillo, pero el plan se tuerce y uno de los miembros del grupo es brutalmente asesinado por un despiadado mercenario llamado Vilain (Jean-Claude Van Damme). Decididos a vengarse por el compañero caído, Barney Ross (Sylvester Stallone) y el resto de mercenarios perseguirán al enemigo sembrando a su paso el caos y la destrucción entre sus filas hasta que no quede ninguno en pie.

Han tenido que pasar muchos (demasiados) años para reunir a estos iconos del cine de acción, pero la espera ha merecido la pena. Ahora bien, la primera entrega no era más que un preludio de lo que íbamos a presenciar aquí.

Al igual que en aquella, esta segunda parte comienza con Ross y cía enfrascados en medio de una misión. Y siguiendo una máxima no escrita para las “secuelas” que estipula que éstas deben ser más grandes y más espectaculares, esta apertura logra dejar en pañales a la de su predecesora.

Subidos a unos camiones personalizados para la ocasión (con ingeniosas frases intimidatorias decorando la carrocería), el grupito de Ross arrasa con todo aquél que se encuentra a su paso. Primer aviso de que Los Mercenarios 2 apunta alto en la escala de testosterona y salvajismo, con cuerpos hecho trizas a balazos, secuencias fantasmonas a las que no hay que darles muchas vueltas y explosiones a tutiplén.

Estos primeros minutos nos permiten apreciar una mejora sustancial con respecto a la dirección, asumida esta vez por Simon West en sustitución de un Stallone (quién ha preferido quedarse al margen para centrarse exclusivamente en el liderazgo del reparto y la co-escritura del guión). Y se agradece, ya que si de algo pecaba éste, era de mover la cámara en exceso, algo más propio del cine de acción actual que no del que se pretendía homenajear.

West no es que sea una estatua, pero sabe dónde hay que meter movimiento y dónde no, y su comprensión del espacio a la hora de concebir las secuencias es mucho más concienzuda. Y es que la experiencia es un grado, y aunque se haya cascado algún que otro truño en el pasado (Tomb Raider, Cuando llama un extraño), es un tipo que conoce el género y sabe lo que se hace.

A un paso de convertirse en otro Andrew Davis o Jan De Bont, West ha sabido reconducir su carrera con The Mechanic, y en The Expendables 2 se reivindica y demuestra que “Con Air” y “La hija del general” no le salieron de chiripa.

Se puede considerar su labor un tanto impersonal, es cierto, pero la eficiencia es importante, y eso sí queda patente. Las escenas de acción son cañeras y, en su mayoría, artesanales, es decir, prescindiendo de efectos digitales, los cuales siguen usándose, muy a mi pesar, en momentos puntuales (siendo éstos bastante cutres) y sobre todo –y ahí está el error- para recrear el cuantioso chorreo de sangre. Y es que lo de llenar a los extras de globitos con sangre falsa ya no se estila, y tanto en este entrega como en la anterior se pasan un poquito con las dosis de hemoglobina digital.

Por lo demás, elaboradas coreografías para las escenas de lucha de especialistas como Jet Li (que por motivos de agenda no pudo permitirse aparecer más minutos), Jason Statham (atención al enfrentamiento múltiple en la iglesia y al duelo en el aeropuerto) y Scott Adkins, éste último bastante desaprovechado como mano derecha del villano encarnado por Van Damme. Un villano, esta vez, mucho más físico, lo que propicia un ansiado enfrentamiento final entre protagonista y antagonista, es decir, entre él y Stallone.

Pese a que no tiene muchos momentos para su lucimiento (lo cual es una lástima), el belga asume con un buen punto canalla su condición de malote, registro pocas veces frecuentado en su filmografía. Y aunque se eche de menos su clásica “apertura de piernas” (la edad no perdona…), demuestra que aún puede soltar buenos mamporros y pegar sus patadas voladoras, cosa que no hace Chuck Norris, demasiado mayor para estos trotes.

La aparición estelar de Norris, a cámara lenta y con musiquita de Ennio Morricone de fondo (todo un puntazo) no podría estar más metida con calzador, pero a estas alturas de la función poco importa. Amén de glorioso, dicho momento es una buena muestra del grandísimo tono autoparódico del que hace gala la película.

Porque Los Mercenarios 2 es muy consciente de lo que es, de quiénes participan en ella y a qué público va dirigida, por lo que el cachondeo y la parodia (auto)referencial son constantes y, sin duda, uno de sus mayores aciertos.

Los guiños a la filmografía de sus intérpretes (e incluso alusiones a la formación académica de uno de ellos) nos sacan siempre una extensa sonrisa, cuando no directamente una carcajada. La leyenda de Chuck Norris ha trascendido al ámbito cinematográfico, y eso queda patente en el cachondísimo diálogo que mantiene éste con Sly. Norris se ríe de sí mismo, y le damos las gracias por ello. Pero la mofa (de buen rollo) con el resto tampoco se queda atrás.

La película nos obsequia también con aquello que ansiábamos ver desde la primera película: a Stallone, Willis y Schwarzenegger uniendo fuerzas y aniquilando al enemigo codo con codo. Una secuencia cumbre y épica en la que tampoco faltan las dosis de humor y violencia exigidas.

Pero Sly y Statham son los que siguen llevando la voz cantante, mientras que el resto se queda en un segundo plano. Couture y Crews los más damnificados, dado su escaso caché en comparación con sus compañeros de reparto. Y a título personal, Lundgren sigue siendo mi favorito, aunque aquí no parece estar tan pasado de rosca.

Y entre tanto mamotreto musculado también hay lugar para una fémina (Nan Yu), quién tampoco se queda corta a la hora de repartir estopa.

Siendo la venganza el desencadenante de la trama, el guión también ofrece sus -algo asépticas- pinceladas dramáticas, asumidas siempre por Sly, quién no duda en marcarse un discurso reflexivo (un tanto risible, todo sea dicho) en medio del funeral del compañero caído o entablar “profundas” conversaciones con algún miembro del equipo en esos momentos de descanso entre masacre y masacre. Muy en la línea de cierta charla que mantenía su personaje con el de Mickey Rourke en la primera entrega.

Pero no nos vamos a engañar. La acción y el cachondeo es lo que manda en esta película, y en ese sentido “Los Mercenarios 2 “es una gozada de principio a fin. Un despiporre de hiperbólica, salvaje y descerebrada acción que hará las delicias de todos los que crecimos con esta trupe de “dinosaurios” del género.

Dos horas de diversión en las que no faltan los chascarrillos y las frases lapidarias de toda la vida. Una cinta de acción que huele a sudor y napalm por todas partes.

  • Vía Poster | elseptimoarte.net

TBDC – Tu Blog de Cine | Noticias y Criticas de Cine